Introducción
La demografía mundial preocupa desde los albores del siglo XIX, cuando Thomas Malthus hizo sus predicciones en el Ensayo sobre los principios de la población. A día de hoy se prevé que en 2050 se alcancen los 8.500 millones de personas y se llegue a los 11.000 millones en 2100. La esperanza de vida global aumenta y la población envejece. Si bien con anterioridad el foco estaba puesto en la demografía de las economías desarrolladas de Europa y América del Norte, actualmente se trata de un asunto global.
La pregunta que os planteo es la siguiente: ¿cómo vamos a mantener el sistema económico existente si en el futuro no hay población joven que trabaje, pague impuestos y consuma? La fecundidad se ha derrumbado en casi toda Asia y Japón es, hoy por hoy, el país más envejecido del mundo. La previsión demográfica a nivel mundial es que la India supere a China y se convierta en el país más poblado en el año 2025, mientras que en EEUU la franja de población de edades comprendida entre los 15 y los 24 años permanecerá estable hasta el 2050. La Unión Europea y América Latina pueden sufrir procesos análogos de desestabilización que aumenten las migraciones y hagan descender las tasas de natalidad y mortalidad, y en el mundo árabe el pronóstico es ambiguo. Las alarmas están puestas en el África subsahariana, donde se prevé que su población se habrá duplicado alrededor del 2050 y la cooperación internacional será clave para afrontar los desequilibrios y mantener cierto bienestar social.
Fijémonos en China
China posee una de las culturas más antiguas de la humanidad, cuyo esplendor quedó eclipsado hacia finales del siglo XVIII a consecuencia de contratiempos políticos e históricos. La República proclamada en 1912 intentó superar el atraso del país, pero persistió la inestabilidad a consecuencia de las guerras civiles y la ocupación japonesa. El agitado periodo maoísta, entre 1949 y 1976, tampoco conllevó el esperado progreso económico de la mano de experiencias discutibles como el Gran Salto Adelante o la Revolución Cultural.
Los antecedentes del crecimiento en la política china actual podemos apreciarlos en las cuatro modernizaciones iniciadas en 1978 por Deng Xiaoping. La población china creció tras sus reformas económicas: de unos 920 millones de habitantes a finales de los setenta a los actuales 1400. Poco antes del Gran Salto Adelante [1958-1961] la fecundidad alcanzaba los seis hijos por mujer, cifra que se ha ido reduciendo hasta situarse entre 1,4 y 1,5. Esto se haría notar en la década de los 70, cuando entran en el mercado laboral los nacidos en el decenio anterior. A partir de ese momento, las personas en edad de trabajar [15-59] aumentaron hasta alcanzar niveles de excepcionalidad, lo que contribuyó a un gran crecimiento económico [10%] ligado al aumento de la producción y del crecimiento demográfico que llevaron al país a la categoría de segunda potencia económica mundial. El problema era que el país no podía sostener a tanta gente, y es ahí donde entró la llamada política del hijo único, sobre la que nos detendremos más adelante. Los beneficios de las bajas tasas de natalidad unidos a políticas sociales y económicas asentadas en la exportación favorecieron el empleo y la mano de obra estable y atractiva para la inversión, evitando los sistemas de pensiones a gran escala que debilitaban los incentivos, al ahorro y el trabajo.
Ante las grandes dificultades preexistentes desde el inicio de la era de Mao para alimentar a su población, China había puesto en marcha distintas campañas con medidas de control de la natalidad que se pueden dividir en cuatro etapas:
1953-1958: según el Censo Nacional de Población del gobierno de la República Popular China, desde 1949 hasta 1953 la población creció de 541 a 587,96 millones. En tan solo cuatro años nacieron 42,29 millones de personas. En agosto de ese mismo año, el Consejo de Estado aprobó medidas propuestas por el Ministerio de Salud Pública como incentivar el uso de anticonceptivos y tolerar el aborto en algunos casos. En 1956 se lanzó una campaña de sensibilización a gran escala que no tendría un gran efecto inicial.
1962-1966: El Consejo de Estado crea una oficina dedicada exclusivamente a evaluar los resultados. Se organizan simposios nacionales, se establecen metas cuantitativas, se aprueban leyes menos restrictivas con el aborto y la esterilización, se fomentan el matrimonio tardío y, de nuevo, el uso de los anticonceptivos. La Revolución Cultural iniciada en 1966 interrumpiría estos esfuerzos.
1971-1979: esta tercera campaña se caracteriza por las innovaciones en cuanto a los métodos anticonceptivos. Se reorganiza una red médica para trabajar en el campo, mientras en las áreas urbanas las comisarías asumen algunas de estas funciones. Los anticonceptivos eran gratuitos o a un valor nominal. Con las reformas de 1978, China sacaba a más de 8.000.000 de personas de la pobreza. En 1979, ante el extraordinario índice de crecimiento demográfico próximo a los 1000 millones de habitantes, que amenazaba el abastecimiento de la población, el gobierno chino pone en marcha la llamada política del hijo único, que solo permitía un descendiente por familia.
1979 : Actualidad: se instaura la política del hijo único y, tras la muerte de Mao, los nuevos dirigentes priorizaron modernizaciones en agricultura, industria, ciencia y tecnología y defensa cuyo éxito dependía casi exclusivamente del crecimiento de la población.
Para adherirse a esta nueva medida, las parejas tenían que firmar una carta de compromiso y recibían a cambio el certificado de hijo único. Las compensaciones variaban según las provincias. En las áreas urbanas se tenía derecho a un estipendio mensual [entre 5 -8% en base al salario medio de un obrero], un complemento económico en la jubilación y un trato preferente en la educación y la vivienda pública. La principal diferencia que se daba en las zonas rurales es que al hijo se le asignaba una parcela y media para la explotación privada. Si una familia infringía las normas, se los despojaba de todos los beneficios, exigiéndoles la devolución del estipendio y negando la atención médica a la embarazada.
La conferencia Internacional de Población de 1984 marcó un punto de inflexión. Se le otorga al ministro de planificación familiar Quan Xingong un premio en reconocimiento a los logros obtenidos a través de la política del hijo único. Ese mismo año se celebra en México una conferencia en la que se aprueba un programa conjunto promovido principalmente por los EEUU, destinando recursos a frenar el crecimiento demográfico a escala mundial. Reagan daría marcha atrás en su segundo mandato, retirando los fondos para la financiación de abortos y esterilizaciones voluntarias, y sería Bill Clinton quien retomaría una década después estas políticas.
Vulneración de los derechos humanos
En China la desigualdad de género en todos los ámbitos está a la orden del día: los hijos varones son los herederos del linaje ancestral y los que asumen la responsabilidad de cuidar a los padres en la vejez. En las familias campesinas persiste la creencia arraigada de que las niñas solo traen gastos, y se asume que cuando lleguen a la edad adulta y se casen se dedicaran al cuidado de la familia política. Así, crecen en un clima de intimidación familiar que en muchas ocasiones lleva al maltrato físico y psicológico por no traer al mundo un hijo varón o incluso a abortos forzados. El aborto de niñas, pese a estar prohibido, ha condenado a 40 millones de hombres a no encontrar esposa. El factor de género es importante: a través de él podemos advertir algunos de los daños colaterales de la política del hijo único que, a la postre, han conducido a un envejecimiento de la población.
Hace décadas que Naciones Unidas viene advirtiendo que ningún país envejece al ritmo del gigante asiático y, según sus predicciones, a mediados de siglo 480 millones de chinos serán mayores de 60 años: o, lo que es lo mismo, el 30% de la población. Sin embargo, pese a que es evidente que el fin de la política del hijo único llega tarde, pienso que no debe atribuirse el envejecimiento de la población únicamente a las políticas de control, puesto que la baja natalidad también afecta a otros países donde no se llevaron a cabo las mismas políticas.
Los informes de investigación demográficos indican que ningún país envejece al ritmo que lo hace China, donde más del 30% de la población superará los 60 años en el 2050. Sin embargo, no tengo del todo claro que se deba atribuir el envejecimiento de la población a las políticas de control, puesto que el fenómeno de la baja natalidad afecta a otros países donde no se tomaron las mismas medidas. También deben contemplarse los avances en medicina, que ofrecen mayor libertad y flexibilidad a la mujer, así como el cambio global de las mentalidades respecto a los planteamientos reproductivos. Se estima que en el periodo 2022-2024 China empezará a perder población a la vez que se acelerará la natalidad en la India y en el continente africano.
Consecuencias demográficas
Una de las consecuencias que se suele atribuir a la política del hijo único es el desequilibrio por sexo. No se puede descartar el infanticidio en niños recién nacidos. Habitualmente se procede a la interrupción selectiva del embarazo si el feto es una niña, o no se las inscribe en el Registro Civil, por lo que son minoría en las estadísticas. Según los datos de Naciones Unidas de 2017 China no es el único país que presenta valores anormales de población masculina, sino que también Corea del Sur, India, Maldivas, Pakistán, Vietnam, Armenia, Azerbaiyán, Georgia o Albania ofrecen estadísticas sospechosas. La sobrerrepresentación masculina, además, origina desequilibrios del mercado matrimonial, dificultando que los hombres puedan encontrar pareja.
Conclusión
En China, uno de los países con más desigualdad del mundo, el 1% de la población posee un tercio de la riqueza nacional, mientras que la cuarta parte de los hogares más pobres posee el 1% de la misma. La previsión es que la población se duplique entre el 2017 y el 2050, y el sistema pone en evidencia tras cuarenta años que la política del hijo único en la actualidad solo tenía sentido como garantía de la manutención de los padres y de la pareja, si la tiene. La generación mayor y más vulnerable verá aumentada su dependencia de los endebles fondos de pensiones y la beneficencia de Estado.
El 29 de octubre del 2015 el Partido Comunista Chino anunciaba el final de la política del hijo único y proponía a las parejas tener dos hijos para enfrentar el envejecimiento de la población. El país se halla en un momento de inflexión en el que, si no se pone remedio, hacia mediados del siglo XXI solo uno de cada dos chino estará en edad laboral. Una diferencia sustancial respecto a Occidente es que, mientras en estos países se plantea la cuestión del cuidado de las personas mayores en materia de sanidad, bienestar y autonomía económica, China se muestra indiferente a ello. El sistema de pensiones instaurado por Mao Zedong en los años 50 únicamente beneficia a una parte de los jubilados, a aquellos que trabajan en empresas estatales y en la administración. Solo para uno de cada cinco jubilados la pensión de jubilación representa la principal fuente de subsistencia; otros subsisten de los ahorros de toda una vida y aproximadamente la mitad precisan de apoyo familiar. A esta compleja situación debe añadirse que la liberación del mercado de trabajo exige a la mayoría de los jóvenes adultos abandonar su lugar de residencia para trabajar en otras zonas del país limitando así el cuidado de sus padres.
El 78% del crecimiento global se localiza en países cuyo dividendo demográfico está marcado por el envejecimiento de la población. Ante esta tendencia, las políticas públicas serán un elemento crucial para abordar estos desequilibrios sin perjudicar el sistema económico ni depositar el peso del trabajo que la población autóctona no pueda realizarse en la inmigración. Si no se pone empeño a nivel global para estabilizar esta situación, las consecuencias pueden ser desastrosas.
Bibliografía
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Isabelle Attane, ¿Cómo la demografía ha cambiado el mundo?” La Vanguardia, septiembre 2018, dossier n.º 69.