Introducción
Son muchas las civilizaciones que, a largo de la historia de la humanidad, han experimentado ascensos y caídas. Las guerras, por lo general, si no eran civiles, se libraban en las fronteras de los imperios.
El gobierno imperialista romano garantizó un conjunto único de leyes y una defensa común. Tras su caída, en el año 476, nace un nuevo periodo histórico, conocido como la Edad Media, donde el pluralismo político e identitario pasa a ser una característica del orden social europeo. (Kissinger, 2016)
Concepto de orden moderno mundial
El concepto «orden mundial» es relativamente reciente. Aparece por primera vez en el documento de los Catorce Puntos del presidente Wilson después de la IGM con motivo de la creación de la Sociedad de las Naciones, antecesora de las Naciones Unidas. Es usado en geopolítica para referirse a un supuesto periodo histórico caracterizado por cambios drásticos a nivel político e ideológico, y se le vincula, generalmente, con las relaciones internacionales o sistema mundial.
Todos los sistemas internacionales están compuestos por múltiples unidades políticas independientes que actúan entre sí y coexisten en ausencia de una autoridad superior. Estas interacciones conforman prácticas de intercambio regularizadas ya sea a través de comercio, la diplomacia o el intercambio de ideas. (Lawson, 2020)
El orden jurídico internacional está vinculado con la Organización de las Naciones Unidas (ONU); Banco Mundial (BM); Fondo Monetario Internacional (FMI); instituciones que provienen de los acuerdos de Bretton Woods. La organización Mundial de Comercio y el sistema de seguridad internacional está conformado por el Consejo de Seguridad de la ONU, la Organización del Tratado del Atlántico Norte y otros acuerdos regionales de orden militar. FAO (Organización Mundial agricultura y alimentación); OIT (Organización Internacional del Trabajo); OMS (Organización Mundial de la Salud); OMT (Organización Mundial del Turismo) (Sánchez Mugica, 2018)
El origen del Estado Moderno
El origen del «Estado moderno» se remonta a 1648 y la firma de la paz de Westfalia. Con estos acuerdos entre católicos y luteranos se puso fin a la Guerra de los Treinta Años en Alemania y la Guerra de los Ochenta Años entre España y los Países Bajos, generando un claro cambio en la geopolítica europea y los estados. Una Europa muy parecida a la actual, aunque Alemania e Italia tendrán que esperar hasta el s. XIX para imponerse en la escena europea. (Pardo Calderón, 2020)
El ascenso de la zona Oeste, ocurrido en los últimos dos o tres siglos, se le relaciona con procesos internacionales, el imperialismo y la expansión del mercado global. Para algunos, el poder occidental procede de sus fortalezas innatas: ideas liberales, prácticas democráticas y el libre mercado. Pero entre 1815 y 1865 el éxito en Europa se basó en el imperialismo originado por tejidos de la India, la porcelana china, los esclavos africanos y el trabajo colonial.
La reestructuración de las economías fue crucial en la periferia. Los poderes occidentales impusieron sus propios sistemas de producción y precios, y desarrollaron jerarquías políticas para establecer el orden social mediante el mando de un líder o grupos de lideres que interactuaban entre sí; lo que conocemos como diplomacia. Este proceso generó prácticas de intercambios comerciales internacionales entre las distintas unidades políticas.
Hacia el 1800, las rutas comerciales de larga distancia de productos como la seda, el algodón, el azúcar, el té, el lino, la porcelana o las especies conectaron a países tan diversos y lejanos como Malaca, Samarcanda, Hangzhou, Génova, Acapulco, Manila y el Malacca, que eran los principales centros de producción. Destaca el número de transferencias comerciales entre América y Europa: maíz, patatas, tomates, frijoles. Ayudaron a unir el mundo las nuevas formas de transporte (a vapor) y tecnologías (telégrafo). (Villamuera, 2021).
«En 1820, Asia produjo un 60,7% del PIB mundial mientras que la zona oeste, Europa y Estados Unidos un 34,2%. En 1913 Occidente produjo el 68,3% del PIB mundial y Asia un 24,5%. Entre 1800 y 1900 la cuota de producción mundial de China cae del 33% al 6% y la India del 20% al 2%» (Lawson, 2020).
Distintas razones explican el porqué de esta gran «gran divergencia» entre Oriente y Oeste:
- Los poderes europeos participaron en guerras entre estados casi el 75% de los años comprendidos entre 1494 y 1975, lo que condujo a potenciar el avance en tecnología, el desarrollo de los ejércitos permanentes y la expansión de la burocracia.
- Las guerras, cada vez más costosas, se sufragaban mediante el cobro de impuestos a los ciudadanos.
- La divergencia entre países también puede vincularse a los avances científicos asociados a la iluminación europea.
- Ventajas climáticas de occidente que hacen que la población se concentre.
- Los créditos que favorecieron la inversión en la fabricación y las finanzas.
A través del imperialismo los poderes europeos intercambiaron materias primas por esclavos, lo que permitió a los inversores británicos asumir el control coercitivo sobre el comercio de materias primas como el sándalo, el té, las pieles de nutrias, la plata, el algodón o el opio.
En 1914 la mitad de la población de los Estados Unidos era extranjera. Seis millones de europeos emigraron a Argentina entre 1857 y 1930, y, al inicio de la IGM, la mitad de la población de Buenos Aires había nacido fuera del país. Esta gran divergencia estuvo vinculada básicamente a tres dinámicas: la industrialización, la emergencia de los estados racionales y el imperialismo.
La primera ola de industrialización se produjo en gran Bretaña en las primeras décadas del siglo XIX y se centraba en el algodón, el carbón y el hierro. El avance científico fue crucial en particular con la llegada de la maquina de vapor, optimizando el tiempo empleado en la producción.
La segunda ola se produjo en el último semestre del s. XIX y se centró en los avances químicos, productos farmacéuticos y electrónicos. De nuevo las fuentes de energía (petróleo, carbón y electricidad) fueron cruciales en estas dos oleadas que generaron una gran expansión del mercado mundial de coches, aviones y barcos.
Imperialismo
En el s. XIX casi tres cuartas partes de la población mundial vivía fragmentada étnicamente en imperios agrarios mixtos, y la mayor parte del nuevo imperialismo durante la Segunda Revolución Industrial fue impulsado por siete potencias de Europa occidental: Bélgica, Alemania, Francia, Reino Unido, Portugal, Italia y España. Si en 1870, el 10% del continente estaba bajo control europeo, en 1914 la cifra había aumentado hasta el 90%.
«El imperialismo fue tremendamente destructivo… Los Estados empezaron a ejercer un mayor control y uso de la fuerza dentro de su territorio. Precisaban de personal estatal para atender la burocracia permanente, el personal estatal en el último trimestre del siglo aumentó de 67.000 a 535 000 en Gran Bretaña y paso de 55 000 a más de un millón en Prusia/Alemania…» (Lawson, 2020)
El imperialismo provocó una nueva forma de racismo, una visión desigual y profundos cambios en la cultura y la economía de los pueblos indígenas. Se trataba de explotar el máximo de territorios provistos de abundantes recursos naturales al menor coste posible. Los colonos europeos confiscaron sus tierras, agruparon a los indígenas en reservas y les obligaron a realizar trabajo forzoso como sucedió en África del Sur, mientras que las grandes compañías se enriquecían y obtenían la concesión gratuita para la explotación de las tierras con plantaciones de caucho, café, tabaco, cacao). La explotación y los malos tratos aumentó la miseria de la población colonizada.
«Los belgas fueron responsables de la muerte de 10 millones de congoleños (finales del .s XIX y principios del XX), Alemania llevó a cabo un genocidio contra los pueblos de Nama y Herero, territorios del sudoeste de África, reduciendo su población en un 80% y un 50% respectivamente.» (Lawson, 2020)
El «filón» en los mercados coloniales impulsaron a las metrópolis a proveer a las colonias de ferrocarriles, carreteras, puentes y cables telegráficos. Impusieron su moneda, sistema de impuestos y elevaron las tasas sobre las mercancías para limitar los gastos de la administración de los territorios coloniales.
Desde el punto de vista demográfico, las mejoras en la higiene, las vacunas y los hospitales permitieron reducir la mortalidad. Sin embargo, el número de nacimientos se mantuvo elevado, por lo que el hambre se incrementó y las tensiones sociales provocaron conflictos políticos sociales y étnicos que a día de hoy perduran. (Salinas)
A lo largo del s. XIX los poderes occidentales presionaron a China para que permitiera una mayor actividad comercial, factor muy lucrativo para el comercio británico, ya que les permitió exportar en la década de los años treinta 30.000 cofres anuales de opio de la India a China. El injusto tratado de paz de Nanjing, firmado en 1842 entre el Imperio y la Dinastía Quing, marcó el fin de la primera Guerra del Opio y obligó al gobierno chino a ceder a Gran Bretaña la isla de Hong Kong, de esta manera se aseguraba el comercio del opio en territorio chino.
Igual de importante es la contribución del imperialismo al racismo y la economía de explotación en muchas partes del mundo. Japón, a principios del s. XX, se encontraba en la sexta posición en cuanto a la marina mercante más grande del mundo, y era responsable del 40% de la inversión de capital del país. (Lawson, 2020)
La historia de las relaciones internacionales del s. XX, con dos guerras mundiales seguidas de la Guerra Fría, ha contribuido en confirmar algunas consideraciones. Sin embargo, en lo que concierne a la política mundial, hay piezas que no encajan, reglas que no se cumplen en lo que se ha venido a denominar las relaciones internacionales y el debate interparadigmático al que se enfrentan diferentes paradigmas cuya función consiste en imponer orden y coherencia, hechos y datos que en sí mismos no tienen ningún significado.
La insoldable Rusia
Con el fin de la Revolucion francesa y napoleónica las tropas rusas ocupan Paris y la historia cambia de rumbo. El posicionamiento de Rusia respecto a Europa siempre ha sido ambiguo, jugando un rol estabilizador en los asuntos internacionales de poder en Europa y Asia.
Mientras Europa recobraba su pasado humanista y se reafirmaba en nuevos conceptos de individualismo y libertad, Rusia se mantenía inquebrantable en su fe y su autoridad única. Cuando se sentía fuerte insistía en recibir reconocimiento de su status, y cuando se sentía vulnerable lo escondía.
El zar Pedro el Grande, al comparar su país con Occidente, descubre su retraso y pretende modernizar el país: adopta modales occidentales, recluta a expertos en tecnología, forma un ejército, una armada moderna y les declara la guerra a los estados próximos a sus fronteras. En su incursión sobre el mar Báltico establece la nueva capital en San Petersburgo. Cuando se celebra el Congreso de Viena, Rusia era el país mas poderoso de Europa. El zar Alejandro su monarca más absoluto, llegó a Viena en 1814 con la idea de negociar un nuevo orden mundial, más radical incluso que el de Napoleón: una Santa Alianza de príncipes subordinados a unos intereses nacionales y una paz y justicia común.
En 1814 la situación a la que se enfrentaban los dirigentes reunidos en Viena era muy distinta a la de los que redactaron el acuerdo de Paz de Westfalia un siglo y medio antes. Los negociadores del Congreso de Viena tuvieron que asumir el naufragio de este orden que no fue capaz de evitar la Revolución francesa o napoleónica, y el equilibrio europeo central tuvo que reconstruirse.
Los tratados westfalianos habían mantenido dividida a Europa Central. Los Habsburgo gobernaban desde Viena sus territorios multilingües que abarcaban: Austria, Hungría, Croacia, Eslovenia y el sur de Polonia. Gran Bretaña definía el orden en términos de amenaza de hegemonía sobre el este.
Se impuso la consolidación de la Europa central fusionando algunos de sus estados más pequeños. La candidata para absorber los principados abolidos fue Prusia, ampliación que supuso una realidad geoestratégica que no existía desde la Paz de Westfalia. Treinta y siete estados alemanes fueron agrupados en una entidad llamada Confederación Germánica, geográficamente demasiado dividida para tomar una ofensiva y suficientemente unida para resistir una invasión extranjera en sus territorios. En 1815, con el fin de proteger el nuevo acuerdo territorial, se firma un tratado internacional compuesto por la Cuádruple Alianza entre Gran Bretaña, Prusia, Austria y Rusia. La alianza disuadía de cualquier desafío al equilibrio territorial. (Kissinger H. , 2016)
Las premisas del orden internacional
Las normas del Congreso de Viena empiezan a dar muestras de debilidad hacia finales del siglo XIX a consecuencia de tres factores: El ascenso de los nacionalismos, las revoluciones de 1848 y la guerra de Crimea.
Los nacionalismos lingüísticos hacían vulnerables a los imperios tradicionales, especialmente al imperio austrohúngaro, quienes reclamaban vínculos nacionalistas con sus súbditos. La irrupción del nacionalismo influyó en la relación entre Prusia y Austria. Prusia buscaba preeminencia y emergía como potencia europea, se había convertido en la esperanza de muchos alemanes para alcanzar la unidad de Alemania. Sin embargo, la Santa Alianza creada para afrontar sublevaciones, se había vuelto demasiado precaria.
El sistema de alianza del Congreso de Viena se hizo pedazos a consecuencia de la incursión del ejercito franco-británico en Crimea. Los esfuerzos por aislar a Rusia se materializan por el aislamiento de Austria. Una década más tarde Otto von Bismarck se propuso transformar el orden europeo y vio por primera vez en la historia la oportunidad de formar un Estado nacional alemán en la vía de la unificación, excluyendo a Austria de su rol histórico.
El equilibrio de poder tras el Congreso de Viena en 1815 y el Pacto de las Cuatro Potencias en 1882 se obtuvo mediante una serie de acuerdos entre diplomáticos de las principales potencias europeas. Entre 1862 y 1870, Prusia se coloca a la cabeza de una Alemania unida en un nuevo sistema de orden en Europa reducido a cinco potencias entre las que se encontraban Francia y Alemania. El último elemento de flexibilidad se pierde cuando Gran Bretaña abandona su aislamiento para unirse a La Entente Cordiale de Francia y Rusia después de 1904.
Primera Guerra Mundial
Cuarenta años después de la Unificación de Alemania las disputas se agravan. A partir del s. XX los Estados comienzan a aspirar a la victoria en la guerra apoyados en los nuevos métodos de movilización como el ferrocarril que permitía la velocidad en la movilización. La IGM se origina porque sus dirigentes pierden el control táctico. En julio de 1914 Austria lanzó un ultimátum y Europa entra en guerra. Austria vinculada a Alemania y Rusia a Francia, está interesada en recuperar los territorios de Alsacia-Lorena.
La IGM causó la muerte a más de 25.000.000 millones de personas. Con el Tratado de Versalles en 1919 y a diferencia del Congreso de Viena a Alemania se le niega la admisión dentro del orden europeo, que impusiera su superioridad estratégica mediante el establecimiento de cláusulas discriminatorias.
De los cinco estados que había constituido el equilibrio en Europa, el imperio austríaco había desaparecido; Rusia y Alemania quedaban excluidas, Gran Bretaña empezaba a inmiscuirse en affairs europeos, sobre todo, para hacer frente ante una amenaza real. Estados Unidos, que entra en la guerra en 1917, se retira en un relativo aislamiento y la responsabilidad de aportar elementos de poder recae en Francia, demasiado agotada como para ejercer el papel de policía de Europa.
Con la Sociedad de Naciones se busca sustituir las luchas de poder mediante mecanismos legales, y muy pronto algunos países entendieron que el incumpliendo de los términos no iba a tener graves consecuencias.
Hitler llegó al poder en 1933 y rearmó Alemania pasando por alto los acuerdos de paz de Versalles y el Pacto de Locarno para ocupar Renania, y empezó a desmantelar los Estados de Europa Central y Oriental.
Bibliografía
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Wayland, S. V. (2006). El transnacionalismo politico. Perspectivas comparadas. Transnational Identities and Practices in Canada, 1-18.